jueves, enero 14

He vuelto para compartir una sonrisa

jueves, enero 14

¿Cómo están bellezas? (Palabra unisex, bellezas masculinas y femeninas)

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí. Navidad y año nuevo más que fechas tranquilas como otras veces han sido este año una vorágine de nuevas experiencias. !Viva el año nuevo en BA!

¿Qué puedo decir de mi ausencia? Que creo fue un período demasiado extenso, pero que bien valió la pena. No he escribo pero he vivido, he comido, he viajado (físicamente y a través de libros), he conocido gente y he disfrutado. Léase, estoy feliz.

¿Qué hay de ustedes? Espero que hayan tenido un espectacular inicio de año, y ahora -una quincena después- sus ánimos, buena energía y predisposición sigan arriba.
Algunos dicen que la dicha no produce buenas obras artísticas, pero -dicen también- que pasado cierto punto, la felicidad nos transforma hasta hacernos cantores de sus efectos. No llego aún a ese punto, pero ando cerca. Precisamente, buscando darnos energías para continuar en esta brega llamada vida, he decidido que mi primer post de ese año sea un fragmento cómico. Los dejo con un fragmento de las Memorias de un amante sarnoso, obra del genial Groucho Marx.
























La historia antinatural del amor

El homo cavus se aburría en la caverna. Aún no había aprendido a dialogar con su compañera y el amor -el amor humano- era algo que desconocía (el descubrimiento de los niños tuvo lugar al año siguiente). De manera que este hombre y su pareja refunfuñaban malhumorados a la espera que dejase de llover.
Esperaron un día, dos, tres días, una semana pero la furia de la tormenta continuaba y las provisiones se acabaron. El hombre estaba hambriento y su mujer, que no abría el pico, también. Seguramente el lenguaje estaba aún por inventar.

El bruto macho le echaba miradas encendidas a su compañera. Si la lluvia no cesaba pronto, se vería obligado a hincarle el diente... ella lo sabía. La mujer lanzó un gruñido, dándole a entender que prefería que él encontrase algo mejor para satisfacer su apetito, pero la lluvia seguía y seguía.

Había llegado la hora. Con un aullido salvaje, el primitivo hombre de las cavernas -Porgie Amok- se abalanzó sobre su pareja y empezó a morderle el hombro. Al hacerlo, su garra tocó la carne de ella produciendo en él una extraña y estimulante sensación. Le dio otro mordisco, esta vez con mayor ternura. Las manos se le extraviaron entre sus rizos y sintió un cosquilleo en el alma. Entonces, de manera instintiva, la rodeó con sus brazos de gorila y sintió palpitar su cuerpo. Ella reaccionó sobrecogida ante la nueva sensación. Sus pechos jadeaban y en el éxtasis del abrazo profirieron lo que para nosotros son aullidos guturales, para ellos -seres primitivos- los primeros y dulces sonidos del amor. Podría seguir el relato a lo largo de páginas y más páginas, impaciente lector, pero yo también soy de carne y hueso y debo concentrarme en mi trabajo.

Por fin amainó la tormenta y aquel bruto empezó a sentirse triste. No tenía ganas de salir. Mientras sus vecinos recorrían los campos en busca de comida, él permaneció a la entrada de su caverna, escrutando esperanzadamente el cielo en busca del menor indicio de lluvia. Deseaba contar a sus amigos la manera en que la tempestad había introducido el amor en su vida pero, como ya dije antes, no existía un lenguaje común. Ningún lenguaje, únicamente gruñidos que significaban: "¿Cómo estás?", "Yo estoy bien, ¿y tú?", "Voy tirando", "¿Sabes?, te sientan muy bien esos pelos rizados que llevas en el pecho", "Te agradezco el cumplido. Mi esposa dice que parezco un brontosaurio".

De manera que Porgie siguió esperando la lluvia ansioso y en silencio. El amor estaba al caer. Una tarde, las nubes distantes le indicaron que iba a llover en el valle, a unos 30 kilómetros de allí, y salió corriendo en aquella dirección, tan rápido como se lo permitían sus piernas rechonchas. Su mujer pensó que iba de caza, y en cierto modo, tenía razón.

Tras correr hasta el crepúsculo, Porgie llegó al valle, donde, por supuesto, llovía. Su corazón latía con fuerza cuando entró en una caverna y vio dentro a una mujer sola...

El descubrimiento del amor se propagó cual pólvora y Porgie se hizo famoso como: el-gran-amante-que-esperaba-la-lluvia. Tuvo que esperar a que se inventara el lenguaje para poder conitar sus hazañas amorosas a los amigotes de la bolera. Si hubieran existido palabras habría compuesto un corto poema autobiográfico:

Porgie el caliente,
budín y pastel,
besa a las chicas
y lloran por él.


Pero no existían las palabras. !Y tampoco llovía!

Una vez, cuando el cielo estaba encapotado y parecía estar a punto de llover, Porgie hizo el amor. Y el amor convirtió a Porgie en profeta. No llovía, y nuestro homo cavus descubrió que el cielo no dependía de la inclemencia del tiempo. A partir de entonces y hasta hoy, la época del celo empieza el 1 de enero y termina el 31 de diciembre.


Y hasta aquí llegó, espero les haya gustado.

Sean felices.
Miles de besos


I.

La imagen fue realizada por Fraga.
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