miércoles, noviembre 4

Un cuerpo desnudo

miércoles, noviembre 4
Hola, hace mucho no me sentaba a escribirle unas líneas dedicadas únicamente para ustedes (cuando escribo lo hago para mí, he de confesarlo). Les agradezco de todo corazón sus permanentes visitas y comentarios. Me he descuidado del blog una barbaridad y me apena. Esas mil cosas que surgen en el camino a veces nos desvían mucho más de lo que esperábamos (o tal vez nos acercan, no lo sé en absoluto).

Este post es diferente, es el primero que intento escribir con una voz masculina. Como siempre, me encantará recibir sus comentarios y sugerencias. Ustedes son el manantial que me ayuda a seguir creando.

Dejo de escribir pero ustedes no de leer... disfruten.





Que hermosa luces desnuda, tu estómago y pecho vibrantes.

Se desvanece el tiempo ante tu horizonte tendida, tus mil claroscuros y secretos son promesas del universo que descubro acariciando. En el bosque de tu sexo soy indómito también, inesperado como la creciente que me guió por tu cuello, resbalé por tus senos hacia tu vientre agitado, rabioso como tu lengua.

Desnuda, tus sonidos huelen, tu piel rebosa sabor.

Tus cabellos se deshacen entre mis manos como arena sobre tu piel blanca, y en la playa de tu sexo me inundo del sabor de tu aliento, arrulado por tu voz, interrumpida y silenciosa. La curva última de tu espalda arranca mi pasado, volviéndome el rosa intenso de tus labios y tu sexo irritado. Tu estómago y pecho vibran.

Desnuda, eres la gruta alta en la cima donde reposa un tierno animal.

Cada curva se torna el desvío al mar o un abismo. Tu lengua es como tu brazo como tu pierna y a través de tu abrazo el sudor y la piel pierden su aroma. El calor se diluye con la respiración en una negrura honda que cubre el dolor de uñas y dientes afilados. Heridas por las que te sigo a un cielo desconocido, que en un parpadeo desaparece.

No respiro hasta sentir el ahogo de tu cuerpo en el mío. Me abrazas y brillas desnuda como tus ojos engarzados.

Luces hermosa.


Fotografía de Nick Night para el Calendario Pirelli 2004

miércoles, octubre 7

La promesa de un beso

miércoles, octubre 7
¿Prometes algo con un beso? ¿Tus sueños? ¿Tu futuro? ¿A tí mismo? Yo siempre lo hago, aunque a veces con las personas equivocadas. No quisiera equivocarme de nuevo.

Hablo de cuerpos que se unen, pero soy incapaz de hablar sobre un beso honesto. Un beso dado con autenticidad, sin miedo ni aprehensiones, sólo porque te lo dice el corazón (hay que escuchar al corazón). Tal vez porque nunca lo he hecho.

Intento encontrar esa respuesta ahora. Para eso me descontruyo en mis dos partes e intento que dialoguen. Esto es lo que prometo yo.


Mi yo yin
Te beso. Mi deseo y silencio. Escondido entre mis brazos, te protejo del cielo y el mar. Descubro mi piel con tus manos y cambia el mundo. Recorro la incertidumbre y el eco de tu voz me asienta contra el frío aire. Floto y vuelo sabiendo regresar a ti. La luz que emano vuelve el camino menos oscuro. Tiemblo. ¿Sientes mi hálito viniendo entero desde mis tripas? Las mejillas se apartan, se buscan y tu mano con la mía se hallan. Brillamos. Sonrío. No hay cicatrices o heridas cuando miro adelante. ¿Flotas? Mis miedos se vuelven mariposas y mil flores coloridas, guardo este paisaje hermoso para ti. Sólo te miro y sonrío. Dentro suena una canción y mi cuerpo se vuelve real. Tú.

Mi yo yang
Te beso. Un momento. Levanto mis brazos al cielo y me vuelvo inmenso. Cambio. Se cierran mis párpados y distingo el azul, la brisa, el pasto entre mis dedos. Suspiro. A cada latido me deshago en arena. Una montaña inmensa para que te poses y veas el mar. Duerme. Con tu piel aprendo la inocencia de descubrirte la luna para verte plateada. Estoy cerca del cielo. Abro en mi cuerpo las letras de tu nombre, dibujo tu rostro y me expongo a tu mirada. Imagino. La soledad desaparece. La duda desaparece. Tu mirada protege mi sueño. Bailo con las alas que me regalas y guardo tu canto secreto. El camino se disipa y tu melodía resuena en mi corazón. Eres tú. Eres tú. Y te beso.


Los besos pueden ser no sólo el inicio o final de una historia, sino un maravilloso punto medio a partir del cual todo cambia.

martes, octubre 6

Amor a la antiguita

martes, octubre 6
El y ella en la cama
yacen tendidos largos
pero las expresiones de ambos
no tienen mucho de agrado.

Él
Entiéndeme chiquita
si no se me para el niño
recurriré a otras artes
para darte mil y un mimos

Lo mira con cierta malicia
y busca en todo su bolso
una pastilla azul saca,
se la muestra con pleno gozo

Ella
Ese flaco deducho
no es tu niño delicioso
dale, toma esta pastilla
pa que te pongas “buen mozo”

El
Pues recuerda bien esas tardes
cuando tus padres dormían
lo que este dedo flacucho
en los comerciales te hacía

Ella
Eso estuvo muy bueno
y claro que me gustaba
pero entiendéme tu ahora
estoy un poco calentada

El
¿Por qué no recuerdas niña
cuando estábamos abrazados?
tú no querías nada
y yo permanecía a tu lado

Ella
¿Cuántos hombres la tomaron
y nada les ocurrió?
Anda tómate un poquito
y te haré sentir mejor.

El
¿Es que no ves acaso?
No es ésta cuestión de olvidos
sino más bien de recuerdos
de todo lo que vivimos

Ella
El día que no tenga ganas
yo te acompañaré
y si es preciso, necesario,
me pondré el unguento aquel

El
¿Qué dices oye? ¿Qué te pasa?
yo no te quiero con pomadas
sin voluntad o pasión
como cualquier vulgar esclava

Ella
Si algo no funciona se arregla
siempre esto ha sido así
y si la ciencia también ayuda
aprovechémosla al fin

El
¿O sea que según tu
si no nos funciona eso
(lo tuyo como lo mío)
un remedio lo cura presto?

Ella
Vamos muchachito recio
podemos pasarla muy bien
no te pongas histérico
que no te sienta el papel

El no la mira, voltea
y sale de la habitación.
Y ella, al mirar ese culo,
alejándose con decisión
suspira entera preocupada
y tira la pastilla a un lado
cuando una voz resonante
la levanta, pum, de un salto

El
¿Vienes a la ducha conmigo?
el agua está deliciosa
y tal vez la circulación
vuelve mi cosita hermosa

Cuando pudo por fin abrazarla
y le dijo que la quería
aunque cosita siguió blanda
la hizo sentir henchida.
Su cuerpo volvió inmenso
a punta solo de caricias
de decirle quedito al oído
cuánto toda la quería.
No hubieron pastillas azules
ni pomadas lubricadoras
sólo amor a la antiguita
como cantan las viejas odas.

martes, septiembre 15

Un poemita de César Moro

martes, septiembre 15
Hola bellezas, ¿cómo están?

Les debo no una sino mil disculpas por mi larga desconexión. Discúlpenme, pero un millón de cosas que hacer han surgido, nuevas experiencias han aparecido y todo anda medio confuso. Para remate ni siquiera tengo la fuerza del comienzo, mi cabeza está un poco cansada. Tengo algunas ideas, pero no llego a concretarlas. Imagino que todo cambiará con el transcurso de los días o semanas, hasta entonces les pido que aguarden. Me gustaría regalarles una nueva historia cada día, pero bueno, también llegan estas épocas en las que es imposible escribir, imaginar, crear. Y por más que me siento inútil y bajoneada tengo que saber esperar y tener fé. Cada día me acerco y me cuesta más entender el poder de la esperanza, de confiar que al final todo saldrá como se desea, como ardientemente se quiere que suceda, a pesar que las cosas muchas veces parezcan oscuras, al final hay un cachito de luz aguardando... una gotita de agua que ilumina el universo entero y es mágica.

Les comparto un hermoso poema de César Moro, quien siempre que lo leo me sorprende como no tienen idea. ¿Conocen la quinta carta a Antonio? Si no la conocen, en pocos días se las postearé, es hermosa. Hasta entonces, disfrutemos de esta joyita.
Los quiero mucho.
Besos



































Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el transtorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
Hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te siga encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie y guarde el equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia

De César Moro en La Tortuga Ecuestre.
La imagen es de Gloria Lizano Lopez.

martes, agosto 25

Mi primo Parte II

martes, agosto 25
¿Nos recuerdas de chicos en la iglesia? Intercambiábamos miradas cómplices hasta sentirnos libres de la mirada del vigilante de turno (tu mamá o la mía), y entonces me sorprendías con una gracia. Guardabas la apariencia para arrancarme risas, haciéndome sencillo estar en ese lugar que tanto odiaba. Cuando el eco de las campanas se llevaba fuera a la gente y sus conversaciones, nosotros podíamos por fin jugar libres. Corríamos entre columnas y banquetas persiguiéndonos, guardando silencio, parando al sentir a alguien cerca. Íbamos de un lado a otro hasta atraparnos y volver nuevamente a perseguirnos. Éramos felices.

El traje y corbata remarcan tus hombros y lo ancho de tu cuello. Luces hermoso con tu sonrisa amplia recibiendo a los que llegan, a papá, a mamá, a mí. Te estrecho entre mis brazos y mis labios llegan hasta tu mejilla para confesarte en un suave beso el deseo que no puedo olvidar y me perturba: tú. Siento que tiemblas, pero disimulas con una sonrisa y un: “gracias por venir”, apartándome. Mirarte apenas a unos pasos sin encontrar tus ojos con los míos duele. Me alejo, sonrío y converso sin perderte un instante, pensando cómo confesarte mi arrepentimiento. Me imagino caminando hacia ti, con mi piel entera luchando por contener el deseo tan fuerte que guardo; estamos solos y no me alcanzan las palabras, me abrazo a ti obligándote a besarme... Volteo y encuentro tu mirada sobre mí. Retiras de golpe la vista y escucho los golpes en la puerta y tus gritos. Sonríes nuevamente a los invitados y a pesar que te miro no volteas más.

Un día te atrapé y no quise soltarte. Escuché que te irías de viaje, pero recién al abrazarte y sentir tu calor supe de golpe que no te vería en mucho tiempo. ¿Qué tienes? preguntaste y salí corriendo lo más lejos de ti. No quería que me vieras llorar. Pasé el día sin hablarte, me hice la enferma para evitar recordar que te irías. ¡Adiós!, me dijiste desde la puerta de mi cuarto y yo, una chiquilla tonta, te di la espalda. Escuché cada paso cuando te alejabas, los saludos y abrazos después. Aguardé tensa hasta que llegó el golpe de puerta y recién pude llorar. Apretada contra la almohada renegué de Dios, de tu papá, de ti, de mi, de todos. Ya no podría correr y colgarme de tu cuello, reir contigo, al menos verte; me arrebataban cada instante que convertía en fantasías, me arrebataban todo. Por primera vez me sentí sola.

La gente comienza a entrar a la Iglesia y no te encuentro. Pregunto a tus amigos y no saben tampoco donde estás. ¿Te escondes? Hemos dejado de lado columnas y banquetas pero aún jugamos a cazarnos. Atravieso pasadizos y cuartos de techos altos y blancos, paso a paso voy hacia ese sueño cuando surges de improviso en el cuarto más alejado. Entro y cierro la puerta e intento sonreír al tomar tus manos, tú en cambio me asustas, apretándome fuerte y alejándome de ti. Tus ojos lucen furiosos y lanzas mil preguntas en un instante, juntas letras y palabras en una nube rabiosa que me pierde hasta que vuelvo a ser esa niña insolente que no responde y te ignora. Tu rabia escupe un sueño roto, miles de pedazos sin forma y no te reconozco. Como esa niña, nunca te quise decir adiós, sólo esperaba que el brillo de mis ojos y mi silencio te respondieran, pero no lo conseguí. También ahora quisiera correr pero es mayor mi ansia de abrazarte, de apretarte fuerte a pesar que me agredes con tus susurros y tu mirada. Sigues golpeándome cuando en mi pecho resurge algo que pensé había perdido: la imagen de nosotros juntos. Puedo tocarla y transformarla en una plegaria que repito y repito hasta darle la misma fuerza que tus golpes y detenerte. Apartas tus manos de mí sin saber cuanto daría porque tus ojos, tu boca, todo tú me abraces y borres esta sensación de estar desnuda frente a tu rabia. Soy un amasijo de venas, músculos y sangre que sólo saben respirar tu nombre, y que ve con horror que retrocedes. Perdóname. Te tambaleas, no te alejas, pero tampoco acortas un centímetro la distancia que nos separa. Ahora tú me das la espalda y agachas la cabeza. Si pudiera toda yo absorbería tu pena, me haría inmensa y te protegería. Perdóname, repito. Aún puedo sentir en las noches tu olor impregnado en mí, lo inspiro y lo retengo porque es la única manera de mantenerte a mi lado. Ahora que estás frente a mí haces temblar mi mundo entero. Ni siquiera respiro cuando levantas la vista y te escucho. Lo siento. Tus manos no tiemblan, ni hay la menor duda en tu voz, incluso lo repites: lo siento. Te alejas y vuelves a lo que hacías como si nada hubiera pasado. Te miro y sólo escucho la indiferencia con que te despides de mí. Lloro cuando en ese instante repaso cada instante mágico que vivimos juntos. Todo avanza, pero yo estoy detenida, clavada en un instante que pasó y que sólo deseo revivir una y otra vez. Cierro mis ojos y junto todas mis fuerzas en dar un solo paso, uno sólo que me acerque a ti; entonces un fuego, como una fuerza abrupta y violenta que no se resigna a morir, me empuja, volviéndose el abrazo que te doy. Luchas e intentas zafarte pero me aprieto fuerte, tanto como para sentir tu corazón acelerado y violento. Esta vez no correré, forzaré tus labios a que me dejen entrar. Deja de luchar, tus manos y pies no son tan fuertes como los míos apresados a ti. Ahora sólo estamos los dos: mi beso, tus golpes y nuestra piel irritada. Mil y un perdones por cada golpe que diste por mí, es lo que dice el beso que rechazas cuando caemos. Aprieto mis labios contra los tuyos con el deseo de acostumbrarte de nuevo al calor que compartíamos, que recuerdes ese último aliento cuando corrías y me alcanzabas. Ya no estás solo, yo te acompaño, abrazo y beso tu dolor, me dejo caer contigo tan hondo como se pueda caer. Desaparece el azul del cielo tras la ventana, el blanco del techo, tus labios, tu cabello; suspiramos y luchamos mientras caemos juntos. Muerdes mis labios y tus manos arañan mi cintura, y no opongo resistencia. Los golpes no duelen tanto como tener que cerrar los ojos para verte o la frustración de no encontrarte al despertar. Mi cuerpo entero está a punto de romperse cuando tu saliva impregna mi boca y me baña el profundo suspiro que sale de ti. Todo cesa al posar suavemente tus manos sobre mi espalda y esa lágrima fría tuya se cuela entre nuestras mejillas. Respiro. Tomo una larga bocanada de aire antes de secar tu lágrima con un beso y encontrarme de nuevo con esa hermosa sonrisa tuya. Nuestros cuerpos bañados de calor y heridos me son nuevos, como la seguridad de que no importa lo que pase, nunca más te dejaré ir. Nunca.

Ni siquiera cuando esa puerta se abra, y debamos salir ante la multitud.


Continuará...

domingo, agosto 16

Un rey y una reina

domingo, agosto 16























Cerca del bosque, sentada en el claro donde caminamos, mira el cielo azul y el sol brilla en su piel. Juega a hacer fomas con sus pies desnudos y el pasto, el viento levanta su cabello miel y ríe. La imagen perfecta se disolvía al enfrentar los cuerpos y la sangre, los gritos de guerra. Recuerdo el miedo cuando el viento del norte soplaba trayendo el anuncio de la próxima batalla, más golpes de metal sobre cuerpos abiertos y rotos, imágenes y sonidos que se borran mientras me acerco a ella. En medio de los gritos de la multitud que celebra nuestra vuelta cuento los pasos hasta ella, la mirada más azul del mundo que está pendiente de mi y me espera.

Desde que mi corazón me dijo que volvería, lo esperaba cada día en lo alto de la torre. Días, semanas, años hasta verlo nuevamente en el horizonte de camino a casa. Una alborotada multitud lo rodea al bajar de su caballo, cuando sube la escalera de palacio y llega a mí. Mi reina, dice, y tiemblo: está vivo, feliz y a mi lado. Comemos disfrutando de bailes y cantos hasta llegar la noche, cuando me toma de la mano y recuerdo cuán cálido e intenso es. Subimos juntos a la alcoba mirándonos como dos chiquillos, hasta que ya solos aprieta mis manos entre las suyas y aspira como si quisiera atrapar mi aroma. Sólo sonrío y tomo su rostro, me inclino y aprieto mis labios a los suyos.

Viajé donde ninguna flecha pudiera herirte, tan lejos que no escucharas mis gritos, ni me vieras como el rey de una jauría. Desenreda mis cabellos y desabrocha los botones de mis ropas. Se aparta un momento y me limpia con una esponja húmeda. En medio de lanzas y espadas te veía. Atacaba y destrozaba con el miedo que llegaran a herirte. No se detiene, contempla en silencio las cicatrices que cubren mi cuerpo y pasa su mano sobre ellas. Limpia mis piernas y pies, cada centímetro de mi cuerpo ajado de tantas batallas. Golpeé y maté deseos como el mío. Me hice el más fuerte sólo para volver contigo y estrecharte una vez más. Termina de asearme y me siento mejor, como si el olor de la sangre no estuviera ya impregnado en mí.

Retira una por una mis prendas, regalando besos y caricias sobre cada porción de mi piel que descubre. Roza mis senos y vientre con cada botón que suelta, mientras sus ojos irradian una luz hermosa y calmada como la del fuego que nos calienta. Te vi partir imaginándote frente a bárbaros corriendo en tu contra y desee una espada para acompañarte. Pierdo los zapatos y las medias, y una nueva temperatura sube desde mis pies. Se incorpora y toma con sus manos mis mejillas; me detengo en su piel rugosa contra la mía cuando me sorprende su aliento y un beso, sus labios impregnados de dulzura y calor. Mataría con gusto a tu lado, me privaría de miel y vino si tu me acompañas. Frota con tierna suavidad mi cuello y mis hombros, mis brazos, mis codos y mis dedos, mi espalda, mi pecho. Contengo el suspiro que me provoca cuando su mano desciende y pasa el ligero monte bajo mi vientre. He sido fuerte por ti, he gobernado este reino en tu nombre sólo esperando tu vuelta. Sus manos pasan mis muslos y piernas y se va deteniendo cuando llega a mi sexo. Lo descubre bajo los vellos y me embriaga con un beso, húmedo e intenso como el vino.

Bajo la luna su piel se vuelve un océano inmenso para navegar, un mar calmado que me lleva al único puerto que busco: su cuerpo expuesto a mi mano y mis ojos, su corazón palpitante bajo cada palmo de piel. Pasas tu mano bajo mi barbilla, apenas si rozas mi cuello cuando llegas a mi cabello que sostienes con fuerza. No necesito más que tus ojos para adivinar el deseo cálido de tu sexo duro y tu cuerpo ansioso. Descansa, no pienses, ni recuerdes, entra en mí y déjame cobijarte hasta que olvides la pesadilla. Mi pecho late descontrolado ante su mirada brillosa y sus piernas que me rodean cuando caemos sobre las sábanas. Me hundo entero en ella y olvido todo. Las caricias suaves que me regalas se convierten en respiración entrecortada y violenta, ímpetu explosivo de golpes que saben a miel y me abarcan toda. Al abrazarte disuelvo cada día que hemos estado lejos, mi pena por no poder combatir a tu lado. Nuevamente estoy entero, libre de expresar el deseo que convertía en gritos y golpes salvajes. Cada sonrisa, cada beso, cada instante con ella me limpia del horror. Mírame, nuestros cuerpos se evaporan, desaparecemos. Besamos, abrazamos, mordemos, arañamos angustiosa, desesperada, rabiosamente, hasta que casi libres casi plenos casi perdidos casi rendidos casi cansados casi hartos casi aguardando casi llorando casi felices... nos juntamos otra vez.

***


Me dejo vencer por el sueño con la certeza que despertará frente a mí. Mis dedos estarán enredados en su cabello y su mano reposará sobre mi; el olor del pan y el ruido de las aves nos despertarán. Le daré un beso y abrirá los ojos. Sonreirá y seré feliz.


Imagen extraída de cuarto mundo.

jueves, agosto 6

Escuchando a eros

jueves, agosto 6
Hola linduras (masculinas y femeninas), ¿cómo han estado?

Les pido mil disculpas por la desaparición, no he podido colgar el post de costumbre y eso me tiene en verdad apenada. He estado super super ocupada haciendo un montón de cosas y pues me fue imposible darme un tiempo (ni siquiera uno chiquito).
Pensando en las fiestas patrias peruanas (28 y 29 de julio, dos días por el precio de uno), preparaba un post de música criolla peruana, pero vieron que en el camino, buscando una y otra cosa, una encuentra muchas cosas nuevas y después más y más; al final cuando me di cuenta la idea origial ya se me había desdibujado completamente, convirtiéndose en un nuevo post, mejor y más logrado (creo yo): una lista de canciones en español, con el toquecito eroticón que nos gusta. Espero lo disfruten.

PRIMERO: dos canciones peruanas, así como los días de celebración de fiestas patrias. La poderosa voz de Eva Ayllón en un tema clásico de criollismo peruano, y un cover del tema "Regresa" por el grupo Madre Matilda (interpretación de Pierina Less).

Eva Ayllon - Que somos amantes


Madre Matilda - Regresa


SEGUNDO: del México lindo, la Ale, que cancioncita la que se mandó esta vez; y Ely Guerra, a quien fue un placer descubrir (bébanse entero su CD Sweet and sour)

Ven - Alejandra Guzman


Ely Guerra - Quiéreme mucho


TERCERO: El oscarmente censurado Jorgito Drexler nos regala una canción bellísima (la encontré como banda sonora de un video bien calientote de Mel Lisboa y acompañante bien simpaticón también, que no me animé a colgar para no subir al nivel XX), y para los gustosos de la salsa, una canción que me encantó por su título.

Jorge Drexler - Fusión


Lalo Rodriguez - Ven, devórame otra vez


Se aceptan tooodas las sugerencias de más canciones, deseo hacer en el futuro un post con un resumen cancioncil latinoamericano gracias a las colaboraciones de todos.

Esta semana procuraré trabajar para darles nuevamente un postcito literario que disfrutar. Un besote inmenso.

I.

miércoles, julio 22

Época de sequía

miércoles, julio 22
















Deja de agitar su mano entre sus piernas y la acaricia. La húmedad que baña su vulva y la cama, sus ojos apretados, sus gemidos que mueren, todo tiene su olor. Y mientras ella intenta escapar de su estado alucinado, roza con su pene su vulva indefensa y abierta. Una caricia de un instante antes de tomar sus caderas e introducirse en ella de un golpe, de arrancarle un grito ahogado y estremecer el cuerpo cálido y vital de esa mujer, que se estira hacia atrás, abriéndose aún más, dispuesta a morir de nuevo.

Termino la frase y releo. No siento nada, no me provoca nada, es basura. Presiono una tecla y la pantalla está nuevamente en blanco. Mi cuerpo está aún más tenso, me duele el cuello y la espalda; reviso ideas que no me gustan, harta de recordar cuando podía desmembrar un instante en mil chispazos que luego convertía en historias. Deja de agitar su mano entre sus piernas. Mierda, es mierda. Cierro los ojos y recuerdo cómo nacieron las primeras historias. Me despertaba sudada y excitada de encontrar imágenes aún en mis sueños, figuras y formas que escribía hasta vaciar mi cabeza y por fin poder dormir. Al día siguiente un nuevo juego: Acaricia entre sus piernas la húmedad de su vulva. Sus ojos apretados, sus gemidos que mueren. No.Acaricia sus piernas, su vulva, aprieta sus gemidos, su olor. No. De entre sus piernas aprieta su vulva, la exprime, sus ojos se aprietan y ella gime. No, no, ¡NO!. Parezco yo misma el mal amante de quien tanto me burlaba, un burdo pedazo de carne incapaz de transmitir el fuego que no tiene, pero que en mi caso perdí. ¿Dónde se fue la intensidad que antes surgía con un chasquido? Su vulva indefensa y abierta. El viento, la gente, los autos, todos los sonidos familiares me recuerdan que el tiempo sigue corriendo. Desde hace semanas mis ojos tropiezan con la misma plaga de letras anémicas que terminan desapareciendo en una pantalla de permanente y brillante blanco. Su vulva indefensa y abierta. Salí a la ciudad, recorrí sus calles, busqué distracciones, sonrisas y conversas que se acompañaban con tragos que mostraban el camino. Su habitación, la mía, la de un hotel. Mordía, gritaba y gemía sin poder llegar a ese estado que extrañaba, y que sin embargo podía ayudarlos a alcanzar. Abracé a cada uno y soporté su aliento, hasta que se iban y me dejaban convivir conmigo misma, con mi vulva adolorida y mi cabeza y mano vacías. Sus ojos apretados, sus gemidos que mueren... su estado alucinado.

Me quedo junto a la ventana, atenta a la gente: caminan, hablan, ríen yendo de un lado a otro. Imagino cada parte de mí recorriendo un camino similar, dispersándose riendo, mientras ese algo yo desaparece como una ciudad vieja que abandonada pierde sus recuerdos. No siento, no huelo, no gusto, ni camino... floto con miles de imágenes borrosas que no desaparecen, un humo difuso de colores opacos que guardan la forma de mis brazos, de mis ojos, de mi pecho, de mi sexo. El cuerpo cálido y vital de esa mujer. Escribir cada historia me transformaba en protagonista y personajes, cada uno era un pedazo mío que vibraba y se agitaba hasta llegar al punto final, y en ese momento toda yo lanzaba un suspiro, aliviada.

Hoy no es distinto a los últimos días, cierro la ventana y me aprieto contra el sofá para no sentir frío. Todas las luces prendidas y el silencio vuelven más amplio el departamento. Fijo la mirada para distraerme, poco a poco pierdo toda noción, quedándome lentamente dormida. Despierto sobre un colchón de hojas húmedas, cubierta por árboles que cubren el cielo oscuro. Apenas puedo ver. Contengo la respiración para escuchar mejor y en medio de todo el silencio siento a alguien ahí, en medio del bosque, esperándome. Intento abrazarme y me doy cuenta que estoy desnuda, mi cabello ha crecido y me cubre las rodillas. Un silbido explota agudo a mi espalda y se aproxima. No tengo nada con qué defenderme, corro. Salto en la selva y atravieso maleza y ramas, hundo mis pies en el fango, las ramas me cortan, pero no me detengo. El zumbido se acerca, más y más próximo a cada segundo. Me baña una escarcha de sudor frío y la maleza me estorba. Árboles y más árboles, y no puedo distinguir nada, ni un pedazo de cielo por algún lado. Hace frío. Mis piernas están por explotar y mi pecho apenas contiene a mi corazón, que late asustado. El vibrar del horrible ruido toca ya mi espalda. En un parpadeo los árboles se vuelven de un mortecino rojo opaco, inmensos, eternos, invencibles. Pierdo mis fuerzas y caigo; y eso se abalanza sobre mí. Me arranca la piel, me destroza. Lucho contra el fango y ese agudo sonido que me hiere; y cuando consigo voltear, ahí está ella, informe y parecida a mí, un alarido que me arranca músculos y cabello sin producirme más dolor que el de su risa macabra y aguda. Mi cuerpo desaparece frente a mí, la sangre me riega toda y abro la boca pero no produzco ruido. Entonces grito, lo hago con mi cuerpo, lo que queda de mí, respondo a su violencia con mis uñas y dientes, que se clavan en ella, ese alarido que ahora aúlla de dolor.

Despierto. El departamento sigue iluminado y en silencio, nada ha cambiado. Sin embargo, mi espalda está pegada a mi ropa y mi corazón late de prisa. La imagen del sueño está ahí, latente en mis manos que tiemblan. Doy un par de vueltas antes de sentarme nuevamente frente a la computadora (no quiero hacer otra cosa). Recupero lo que había escrito y releo. Me quedo unos minutos pensando y retomo la última frase: dispuesta a morir de nuevo. Escribo.


Imagen extraída de lumediana.

viernes, julio 17

Celuloide erotizado

viernes, julio 17
Después de ver varias veces el final de la 5ta temporada de Grey's Anatomy y llorar como no tienen idea (aún me queda retumbando la pregunta: ¿por qué, por qué, por qué?), se me ocurrió hacer un post dedicado a algunos momentos eróticos y bellos del cine. No tengo un vastísimo conocimiento en esa rama, así que me he limitado a seleccionar las escenas que me han conmovido más profundamente.

Y espero que tengan un efecto similar en ustedes.


Mientras nuestros ojos están cerrados el sueño es real. Esas fantasías son nuestro mayor tesoro, no importa si luego nos sentimos traicionados porque nos obligan a enfrentar aquello que negamos, ella siguen ahí: únicas, reales. Maravillosas.



¿Recuerdan su primera fantasía? Esa primera sensación cálida, pero a la vez lejana. Totalmente empapados de imaginación hacíamos de ese instante el más valioso tesoro, aquél que le daba un sabor distinto a cada mañana, el que despertaba el sueño y lo hacía convivir con la realidad.



Inmersos en la fantasía, luchamos por protegerla y nos volvemos sus celosos guardianes. Día y noche cuidamos a nuestro amor: mirándolo, siguiéndolo, saboreándolo; no nos separamos de él un instante, haciendo su vida nuestra. Cuando de repente, un día, llega ese momento, el instante en que algo nuevo y desconocido se nos descubre, algo mágico que despierta un nuevo aspecto de esa sensación desconocida.



Crecemos y todo cambia. El deseo se convierte en una posibilidad real: un hombre, una mujer, alguien cercano o distante, pero real. Es entonces que el azar, aquella mezcla de voluntades de quienes nos rodean, nos regala una mirada, un gesto, un susurro; algo que devela el deseo latente. Un cuerpo, un deseo tan fuerte como nosotros, está ahí, contoneándose ante nuestra mirada, provocándonos.



Llega el momento. Dejamos caer las barreras y poquito a poco nos damos el permiso de disfrutar ese instante. Descubrimos que somos hermosos, seres de luz que brillan y chisporrotean con caricias y besos; las sonrisas brotan, los cuerpos chocan y esa sensación cálida nos embriaga, haciéndonos desear más.




Y por último un regalito extra. No puedo mostrarlo, pero quienes desee ver pues que abra sus ojos y vea.

miércoles, julio 15

Un juego

miércoles, julio 15




















El dolor de la soga apretando mis muñecas desaparece al sentir su látigo; oprimiendo la piel de rodillas y muslos se filtra entre mis piernas y abriéndolas, las recorre. Repasa una y otra vez la raja de mi sexo antes de apartar la mata de vellos que lo cubre, exponiendo los labios que ha tocado tantas veces y que ahora descubre de manera distinta: el coño de una mujer apretada contra un árbol, desnuda en un bosque desconocido, abierta y dispuesta a él, que imaginando sus ojos atentos y fijos, fascinado, inclina sus caderas para mostrarle abierta la raja que hay entre sus labios, un sexo cálido, húmedo y ansioso.

Sus pies destrozan las hojas bajo ellos y su respiración cambia, pierde su calma y se agita. Aprieta nuevamente el látigo y marca círculos sobre mis caderas subiendo por el vientre, repasando senos y cuello, hasta alcanzar la boca y forzarme a despegarla para empapar su látigo en saliva. Una bocanada de viento frío me estremece antes que separe su látigo de mí. Mi pensamiento vuela imaginando su siguiente movimiento mientras mi cuerpo está tenso; la espalda se eriza y todos mis sentidos se ponen en guardia, atentos para estallar al mínimo estímulo. Soy su víctima, la dulce presa que disfruta la tensión de su cuerpo y el placer punzante que comienza a formarse bajo el vientre, debajo de la mata de vellos con la que hace un momento jugaba.

Se acerca. El viento disipa su aliento, pero su calor está claro y firme abrasando cada poro de mi cuerpo. Aún tan cerca, no me toca; usa su látigo para apartar mis piernas y acariciar mi pequeño volcán. Su respiración tensa es un golpe de aire caliente chocando contra mi pecho, perforando piel y vientre, volviéndose el jugo denso que baña mi vulva. Mi cabeza explota en imágenes de su carne tensa y dura introduciéndose hasta tocar mis entrañas y estrujarme contra el árbol; imágenes que chocan con la distancia de su cuerpo. Abro mis piernas mostrando los labios de mi sexo, provocándolo con ese rojo encendido que adora, tanto como la abertura en forma de rosa de mi coño. Su aliento se agita, como si le costara frenarse al ver brotando de esa raja que se niega a penetrar, el jugo cálido que tantas veces lo abrigó, y su urgencia termina estallando en un azote. Dos, tres, decenas, cientos. Los golpes se combinan con el ardor de mi ansia y juntos se vuelven un calor intenso que baja como un golpe hasta mi vagina ansiosa y gira mis caderas hacia delante, exigiendo sus caricias. Me ignora manteniendo firme el castigo, abriendo mi piel, haciendo brotar mi sangre y violencia. Frustrada, vomito el gemido ahogado a mitad de mi garganta en una palabra, una orden: ¡Penétrame!. Apenas he terminado de decirla ya tira de mi cabello, como si fuera a arrancarlo de mi cabeza. ¡Penétrame!, repito y reanuda los azotes, mientras mi mi pecho se tensa y mis piernas lo atrapan entre sí. Se agita, intenta escapar pero no lo consigue. Su rabia crece y lo vuelve torpe, pierde el látigo cuando ya ha conseguido abrir mi piel. No deja de golpear, amontonando la sangre con cada uno de sus golpes mientras yo repito: ¡Penétrame!, ¡Penétrame!, ¡Penétrame!, ¡Penétrame!, ¡Penétrame!, ¡Penétrame!... taladrando sus los oídos y volviendo su fuerza inútil contra mi voluntad. Me tapa la boca y jala mi cabello pero no dejo de repetir, de gritar, harta de sentir sólo sus muslos rozando los míos, sólo su aliento y su mano golpeándome. En medio de la lucha nuestras caderas se juntan y nuestros sexos se frotan, mientras ambos intentamos ser el que ordene al otro, quien imponga su voluntad y lo someta. Me abalanzo sobre él y clavo mis dientes en su pecho, su piel se abre y lanza un grito que me estremece toda. Tiemblo frustrada, cansada de su indiferencia, de su juego distante y frío, y las lágrimas llenan mis ojos. Comienzo a llorar en el instante que deja de golpearme y lucha por soltarse de mí; lo intenta con todas sus fuerzas, pero yo aprieto más y más fuerte, dispuesta a terminar finalmente con esa distancia que él insiste en mantener. Siento su tensión, su aroma más intenso esparcido sobre ambos cuando finalmente consigue apartarme y tirarme contra el árbol. Volteo el rostro sintiéndome vencida, cuando mis ojos explotan en un río al sentir su pene, duro y firme, entrando todo. De la cabeza a la punta de los pies mi cuerpo se estira todo, mis dientes entrechocan y la saliva rebalsa mi boca, me pierdo sólo un instante antes de recuperarme y abrazarlo fuerte, empujándolo con mis piernas aún más profundo en mí. Una nueva brisa del viento agita las ramas a nuestro alrededor, y el silbido de las hojas se confunde con mi grito, como si fuera sólo el aullido de una fiera en el bosque.


***


Por la ventanilla del auto miro el árbol de anoche, que luce distinto bañado por el sol. Me distraigo al escuchar su risa a mi espalda y giro, encontrándome con sus ojos brillantes clavados en mí. Me mira un momento y se acerca despacio, confesándome en un susurro: me encanta jugar contigo. Sonrío y un segundo después me besa. Cierro los ojos y siento su lengua introduciéndose entre mis labios.

FIN

La imagen es una fotografía de Igor Amelkovich

viernes, julio 10

Lucha de una mujer con la Hidalga Doña Manuela Vda. de Pajares

viernes, julio 10













Sabía que a mi marido
se le iba el pensamiento
culos y tetas al aire
eran para él firmamento,
pero nunca imaginé
tal nivel de atarante
hasta encontrarlo el otro día
una mano en la revista
y otra en paja aplicada
requete requete duro
dándole a la garchada.

Ya había yo escuchado
de esas vicios a solas
pero otra cosa es verlos
y no olvidarlo por horas,
la noche entera en vilo
pasándola recordando
su jeta y su quejido
saliendo el líquido blanco,
preludio ya conocido
a que el niño se ponga blando.

Después el otro gritaba
mil disculpas y lamentos
sin poder olvidar mis ojos
su peneal estremecimiento
o la portada de la revista.
¿Qué coño tenía en la testa
este vulgar onanista
para no cerrar la puerta
y continuar su fiesta?
prefiero en el baño soñarlo
cagando cual estreñido
que ver con la doña manuela
la paja de mi marido.

"Justa doña hidalga"
le decían mis hermanos.
"Viva Doña Manuela
que siempre perdona engaños"
cómo se reirá ella
de verme sufrir así
recordando todos sus dedos
corriendo cual uno a mil
apretando siempre al niño
que ahora ni quiero ver,
pero que en otro tiempo
no paraba de comer.

A la noche de nuevo intenta
disculparse con un beso
"dale viejita dale
que no hubo sentimientos"
ándate bien a la mierda
le grito sabiendo bien
su treta muy bien tramada,
bruta me creerá él,
"¿quieres tu minga comida
lenguitas y otros excesos?
Anda y pedile a Manuela
que ella es bien ducha en eso"
el otro ofendido voltea
sin ánimos de hablar más
y en mi histeria casi loca
le doy vuelta cual tamal,
"tu doña será muy doña
tal vez incluso hasta hidalga
pero pa pajas mi hijo
a mi mano nadie le gana"
y sin palabra por medio
su pantalón ya estaba abajo
yo moviendo la macana
en un retorcido bravo
que doble salto mortal
que casi le rompo el hueso
que me llora que gime
que él no sabía eso.
Él otro transfigurado
dale que dale bien duro
sudado y medio bizco
hasta que ya ni hablar pudo.

Desde ese día yo creo
no lo ha intentado más
vencida estaba la hidalga
la doña viuda sin par
que al último momento
su mayor secreto me dió:
"En cosas de paja mi reina
ni rapidez ni furor,
lo único que hay que saber
es tratarlo con amor"
.

Imagen extraída del Huffington Post.

martes, julio 7

Un adiós

martes, julio 7
Hace un mes, que compartimos juntos este blog. Desde entonces les he mostrado relatos rojitos y otros bien blancos. Esta vez, como mesiversario nuestro, probemos con el último color de los 3 oficiales de historias... miren a la derecha, a la izquierda, más allá del blanco central está un hermoso y profundo negro que enmarca la historia de hoy.




Fue divertido al inicio. Cafés compartidos luego de clase, horas de horas conversando, tocando temas que desconocía y que me apasionaban. Hablábamos hasta que cerraba la cafetería y salíamos aún conversando hasta darnos el beso en la mejilla y decir hasta pronto. Al alejarme, me alegraba sentir aún por largo rato sus ideas rebotando dentro mío y me esforzaba por mantenerlas agitadas hasta llegar a casa. Papá y mamá ya dormían cuando llegaba, así era mejor, podía quedarme sola manteniendo viva su imagen, evocando a mi hermoso profesor y jugar con él, hablarle echados en un sofá sólo pendientes del instante que transcurre hasta acercarnos. Me toma la mano sin miradas disimuladas ni risas, no hay nadie alrededor, estamos solos. Descubro los pliegues en su piel al apartar su camisa, siento su vello acariciando mi pecho y vientre al besarnos con el eco de nuestra conversación retumbando en las paredes que ahora ni distinguimos. Estamos en penumbras cuando pellizca mis pezones duros y sus labios traspasan mi vientre, cuando cierro mis ojos y abro mi sexo a las húmedas caricias de su pene, que entra profundo y me mantiene agitada y gimiente hasta que la mañana me sobresalta.

¿Cómo estás?. Te extraño. No lo hagas, tienes tantas otras cosas maravillosas que hacer. Ninguna me provoca lo que tú, ni me enamora como tú. ¿Estás enamorada de mí?... No sé bien, no sé nada con respecto a ti, sólo se de las ideas que me explicas. ¿Qué sientes entonces? Vibrar cada pedazo de mí. (sonríe) ¿Qué, es eso malo?

Todo el día me cansa leer, pensar, dormir, comer. Camino, hago, soy sin otro deseo que verlo nuevamente, conversar con él y sonreírle sin esfuerzos. Me es difícil describir mis días obviando su presencia (o el brillo de su recuerdo). Lo adoro tanto que cierro los ojos hasta traerlo por las noches a mi lado, cobijarlo conmigo bajo las sábanas. Me abraza mientras el leve rumor del silencio se disipa a nuestro alrededor y nuestros cuerpos tranquilos ganan calor hasta que la explosión es inevitable. Su mente y su cuerpo me agitan toda, me destrozan hasta hacerme renacer nueva y hermosa, casi tanto como él cuando brilla, tan hermosa como él.

¿Lo sientes? Si, aquí dentro. ¿En tu corazón? No, en mi estómago, en mis visceras. (silencio) Contigo siento que no me doy cuenta de nada. ¿Te das cuenta de lo que dices? No, la verdad no.

Nos volvimos a encontrar en clase y una vez más nos fuimos a conversar., pero cuando nos acercábamos para ese beso en la mejilla, me harté y lo besé. Apreté fuerte mi boca contra la suya, dándole en la presión y el movimiento de mi lengua, ese algo más que guarbaba para brindarle. Nos quedamos varios minutos sin respirar, sumidos en ese instante casi perfecto, hasta que al separamos me miró sorprendido. Brillaba de la excitación que sentía y dijo: ven conmigo. Fuimos de la mano hasta su auto. Sintiéndome afortunada, no dejé de besarlo y abrazarlo en todo el camino a su apartamento. Tranquila, decía apartando suavemente mis caricias y besos. Tranquila repetía y me resigné a acomodarme en el asiento; pasando mis pies por entre sus piernas, sintiendo su sexo duro, recibía sus caricias junto a su mirada traspasándome.

Me has sorprendido. ¿De lo que sacas de mí?. ¿Yo? Es imposible que sea yo te saque eso. Si, eres tu, tu, tu. (se ríe) Me siento raro aquí contigo. Yo también, y me encanta (sonrío) siento mi corazón cuando estoy contigo (aprieta mi seno izquierdo gimo). Quiero hacértelo de nuevo. Todas las veces que quieras. (me besa) ¿te das cuenta que podrías ser mi hija? Si, tal vez. Eso no me anima. Debería, porque tu me has dado una vida... ¿eso es lo que hacen los padres, no?

Ahora no necesitaba recordarlo, me sentía empapada de él; y en su aroma me refugiaba para soportar los gritos de mi padre cuando volvía por la mañana. No se cansaba de gritar a pesar que no le respondía ni hacía caso, se alteraba mientras mamá me miraba con un extraño brillo en sus ojos, como si pudiera adivinar lo que me pasaba, como si pudiera sentir su aroma. Hubiera preferido que me bote de la casa, de toda su vida, dándome la excusa perfecta para voltear esa página escrita con su pestilente sudor, un humor cancino y viejo, tan distinto del aroma delicioso que me abrazaba por las noches. Desnuda, gritando con él, gimiendo con él, entendía lo perdida que había estado. Me entregaba, deseaba, ardía por ser penetrada y consumida por ese fuego que llevaba en su cuerpo, ese calor inmenso que sentía abrazando mis entrañas cuando me tocaba. Esa maravilla que me volvía eterna y perfecta, como una luna, una estrella o el mar. Esa maravilla insólita que como el día o el fuego, en un instante se esfumó.


¿Dónde estás amor?
¿Dónde estás?
¿Dónde amor?


Sigue recostada pero se siente más liviana. Los recuerdos se disuelven, el sonido de la ducha con él dentro se disuelve, su voz repitiendo: esto es todo, se disuelve. Hace unos minutos, desnuda y triste, no pudo sacar a ese hombre de entre sus piernas. Entre fingidos jadeos, lo puso en jaque, lo arrinconó y empujó, incitándolo a tratarla violentamente para retenerlo. Él correspondió los besos con igual frenesí, le acarició el pecho, las piernas, el culo violentamente, como estrujándola. Ya en medio del juego -era un juego-, ella se sintó frágil, lívida, a pesar de enjugar sus labios y apretar sus cuerpos, no pudo sonreir como él, quien se mostraba atento tras terminar en ella. Le propuso una ducha y ella no quiso; él se fue y ella se acurrucó sintiendo dolida su boca y vagina, sus brazos y piernas. Esperaba más que esa saliva extraña corriendo por su lengua y un sudor mezclado al suyo, algo que encendiese el rojo de la habitación, que la hiciera sentirse viva en vez de bañada por un aroma aciago (que incluso parece ser su sudor). Sabe que ha fallado, que cualquier esfuerzo es inútil y se pone de pie. Siente una lágrima resbalando por su mejilla cuando el rojo de la habitación le parece insípido; una lágrima se estrella contra otra mientras ella recuerda que debe volver a casa.


Imagen proporcionada por picaflor

miércoles, julio 1

A falta de machos...

miércoles, julio 1

Qué será cruel destino
esta falta de caricias
ningún macho cual jumento
me remoja el elemento,
acaso un beso o piropo
y al menos vaya que pase
el tiempo sigue corriendo
y ni siquiera un decente alce
¿es que no hay macho decente
que me quiera consolar?
una noche bien follada
y del asunto no hablo más.

Me pongo toda coqueta,
y entro a discotequear
cuando una mano salvadora
me hace presta voltear
pienso ¡habrá acción!
más fatal sorpresa del destino
"!Disculpa!" dice el enano
"me equivoqué de camino"
vete, largo cucaracha
que ignoras mi sonrisa presta
ándate agarrado de la mano
con esa fea adefesia.

Horas y más horas pasan
sin que deje de sudar
si al menos fuera con alguien
y no este calor animal.
Ya mis esperanzas lejos
la veo de concretar
cuando viene un guapete
dispuesto a la misión llevar,
ni diez minutos de lora
y de la disco lo saco nomás
directo al depa me digo:
venga esta noche a gritar

Lo beso y lo apapacho
(sobre todo al muñeco más)
no sea que se desanime
y diga hasta aquí nomás.
Apenas entramos al piso
nos comenzamos a desnudar
cuando se lanza un te quiero
y la noche comienza a fallar.
Que tanto hablas me digo,
deja ya de cotorrear
acá lo único importante
es que me tienes que dar
duro, fuerte y sin reparos
venga nada de jugar
ni una manito traviesa ni una sonrisita más
que te agarro la polla entera
como la moni en el oval
y te dejo más que cano
!te la voy a destrozar!.

Deja por fin de hablar
y me renace la esperanza
cuando -no faltaba más-
se me atraca la garganta
al escuchar al chaval malcriado
decirme juntito al oído
"cumplime una fantasía
imagina que soy bandido".
Cagada la noche entera
y sin ganas de jugar
lo echo al otro calato
que se vista fuera nomás
ni grita, creo que llora
hasta que al final se va,
dejándome con un suspiro
que ya no se aguanta más:
"No hay caso inecita
cuando faltan machos sin par
recordad vuestros diez dedos
y contigo juega nomás".


Dedicado a todas aquellas que sufren noches de abstinencia.
Muchachos, no lo tomen personal, no son necesarias proposiciones.

domingo, junio 28

Mi primo Parte I

domingo, junio 28
Aún recuerdo la cama vacía, mi ropa mezclada con la suya, y el interminable silencio interrumpido por las lágrimas que era incapaz de contener. Hacía tan poco estaba fascinada con sus caricias y atenciones; acurrucada junto a él, sentía mi olor impregnado en cada caricia suya, apretando nuestras caderas, jugábamos con nuestras manos a tocar los sexos calientes. En ese momento la habitación entera eran sus ojos, escondidos ligeramente tras un mechón de pelo. Su mirada, esa que me había fascinado durante años, estaba por fin fija en mí, abrigándome. Respiraba ese instante, marcando besos y caricias, dejando que sus palabras sean una melodía que me mostraba lo verdadero y me elevaba. Era un juego, un intercambio como cuando éramos niños, hasta que sus ojos y su voz cambiaron, perdieron un poco de dulzura cuando repitió por segunda vez una pregunta. Cuando lo entendí, todo se deshizo tan rápido como mis ojos se abrieron y mi cuerpo se congeló. Corrí al baño y me encerré. No abrí hasta mucho después que dejó de golpear la puerta y preguntar. Desnuda, sintiendo punzante el frío del baño en todo mi cuerpo, recordé por qué mantenía mis brazos atenazados a mi cuerpo al sentir sus caricias, por qué mis labios prohibían a mi lengua jugar con la suya, porque dudaba en entregarme cuando ambos nos acaricíabamos desnudos. Recordé de golpe que éramos primos, nuestra vida juntos desde chicos, y qué pasaría si nuestra familia se enteraba. Hubiera querido encontrarme con él miles de otras veces más, regalarle mil caricias, morderle los labios y dejarlo jugar sobre mí, desnuda y expuesta sólo para él. Era suya apretando con mis manos su espalda, abrazando su cintura con mis piernas, lo aceptaba cada vez que apretaba su culo y lo hundía más fuerte en mí; pero él quería que caminemos de la mano, dormir juntos y despertar, una vida a cambio de la que perderíamos con nuestra familia. “Si jugaron desde chicos”, dirían; “son familia”, “casi hermanos”, dirían. Y estaríamos solos.

No salí del baño hasta que accedió a irse; no quería mostrarme nuevamente desnuda ante él. Tampoco lo esperé, tenía miedo de sus ojos negros que saben calarme tanto y tan hondo. Me fui dejando su ropa sobre la cama, cubriendo la mancha de nuestro sudor mezclado, ese potente aroma que aún me retiene; vuelvo a él mientras voy con papá y mamá a juntarnos con la familia y celebrar que otra mujer aceptó su proposición. Me siento estúpida, urgida de hablar con él, decirle al menos hola y ver el reflejo en sus ojos. Desde que supe de la boda no ha pasado un solo día sin que tuviera sueños o pesadillas, cada noche despierto empapada en sudor intentando aclarar mi mente. Sin embargo, entre todas esas noches surge una historia tan hermosa que mi mente ya la convirtió en recuerdo.

Somos chicos y jugamos a atraparnos, encerrados en un cuarto oscuro, lejos de los grandes que conversan ignorantes de nuestro mundo. Tu resaltas entre nosotros, tu amplio nuevo cuerpo y tu voz cambiada revelan que ya estás dejando nuestro mundo. Te castigamos por ello: serás el primero que atrape, y probarás tus capacidades dándonos cacería. Todos nosotros, niños, reímos de nuestra insolencia, mientras aceptas con una sonrisa que te venden los ojos. La tela cubre completamente tu vista cuando las luces se apagan y todos corremos en mil direcciones. Entonces el juego comienza.

Caminas con tus manos extendidas, bordeando los muebles y telas; agazapado, sin dejar escapar ningún detalle, avanzas. En los rincones del cuarto, tres niños juegan a evadirte mientras yo, quieta, sigo con la mirada tu avance. Te veo detenerte, y conteniendo la respiración deseo que tu siguiente paso sea hacia mí. Uno, dos, tres pasos, tus manos ya casi me tocan. Los demás ven apenas dos sombras cercanas y sus corazones se aceleran tanto como el mío. A oscuras no hay ningún reparo, dejamos de ser primos, puedes apretar mi estómago y tantear mi cuerpo, incluso frotar mis pechos que aún no son tan grandes. Sonrío y huyo de la sensación nueva que descubro, creo por un instante haberme liberado cuando me tomas fuerte el brazo. Lucho, te empujo, no cedes, me jalas y abarcas todo mi cuerpo con tus brazos. Eres mayor que yo, pero aún no descubres cuánto disfruto este momento, tu respiración y la mía agitadas, vibrando tan cerca cuando se prenden las luces y descubres tus ojos con el brillo más hermoso que haya existido. Todos nos rodean y te alejas, recibes sus saludos por haberme atrapado, mientras yo, la tonta perdedora, seré la nueva cazadora. Todos te rodean, como a mí, y sin embargo nos miramos, un instante, lo suficiente para ver un cambio en tu expresión. Las luces se apagan y siento profundo tu olor en la venda que ahora llevo. No ando a ciegas, tu respiración me llevará a tu pecho, y seré entonces quien te abrazará. Hemos jugado juntos muchas veces, siempre esperas en la esquina más dificil para correr y confundirme, pero esta vez te sigo y antes que corras ya te he rodeado con mis brazos, caes, y yo encima tuyo. En medio de la turbación todos nos miran excitados mientras tu sólo me ves a mi, sientes mi aliento y el roce de mis labios contra los tuyos, y todo tu cuerpo cambia. Nuestros labios se apretan y se abren para que nuestras lenguas se junten mientras tu mano ya aprieta firme mi pecho. La luz no vuelve más, los demás desaparecen. Estamos solos, sin vendas ni ropa, pero nos seguimos cazando.


Me siento ligeramente estremecida al recordar tan claramente el olor impregnado en la venda, igual al de la cama donde nos tocamos por última vez. Te habré extraviado mucho tiempo, tal vez fueron meses, años sin vernos. Crecí y mi cuerpo cambió, mi mundo se hizo más amplio que la casa donde jugábamos y tu recuerdo se tornó borroso, opacado por el sudor y caricias de otros de quienes aprendí. Pero cuando nos encontramos no nos detuvimos hasta terminar desnudos, renaciendo. Te rechacé, tuve miedo, pero aún mi boca guarda tu sabor y mis poros tus caricias. Estamos a un instante de encontramos, la iglesia está frente a mí, como tú en mi sueño, y la venda que me cubría los ojos ha caído. Esta vez que te caze no te dejaré escapar.



Continuará...

miércoles, junio 24

Tres delicias

miércoles, junio 24
Hola a todos en Lima, Puerto Madero, New York, D.F., Madrid, Surco, Barcelona, Caracas, Monterrey, Rosario, Santander, Providencia, Santiago de Chile, Jaen, Santiago de Compostela, Medellín, Bogotá, Sevilla, Pamplona, Valencia, Córdoba, Mérida, Buenos Aires, Murcia, Oviedo, Guadalajara, Nunoa, Vitacura, Zaragoza, Quito, Granada, Hermosillo, Paris, Alicante, Londres, Guayaquil, Arequipa y todas las otras ciudades desde donde me visitan. Muchas gracias por sus comentarios y saludos, son ustedes los que me animan a realizar cada post... gracias bellezas

Esta semana se me han ocurrido varias cosas para sorprenderlos (jejeje, que tramará esta cabecita), ya lo verán en un par de semanas. Todas estas ideas me vinieron mientras trabajaba el post que debía poner hoy y que por toooodas esas cosas llamadas vida no he podido terminar. Pero como ustedes son unas bellezas y se merecen lo mejor, no voy a mostrarles algo que no me haga sentir satisfecha, así que compartiré con ustedes unos videitos que me parecen deliciosos...


Uno

Con uñas y sonrisas ámame / mátame despacio, mírame /
¿no ves que estoy muriéndome? / acaríciame / tan suave
como el aire amor / tan fuerte como el huracán / que ciega
mi mente / contagiame de esa locura que hay en tu vientre...

¿sugerente, no?





Dos

Adivino unos labios bajando mi vientre / despacio /
recreándose en mi ombligo / posándose dulcemente
sobre mis braguitas...

Espero que compartan conmigo la calentura que sentí cuando
vi La petite mort por primera vez. Cierren los ojos y escuchen...





Tres

Una de las mejores escenas eróticas que he visto en
mi vida. No valen los prejuicios para con el anime,
pon el video y descubre cómo cualquier prejuicio es
sobrepasado por la belleza de esta maravillosa escena.
O más sencillo... deja de pensar y disfruta.



Besos!!!

domingo, junio 21

Ese papito que todas queremos

domingo, junio 21
Hoy como buena hija tomé desayuno con mi papi. Estaba contento. A pesar que se hace el indiferente, le encanta que le celebremos algo. En fin, volviendo al blog, ya desde el otro día estaba pensando qué escribir para este día, pero no me venía ninguna idea (ninguna decente que no comprometa mi salud mental), así que después de darle diez mil vueltas se me ocurrió finalmente este conjunto de versos (no sé si llamarlo poema), celebración al papito lindo que todas amamos...

Con ustedes...















Lo miro cuando se estira
es un peque un chiquito
todo entero bien gordito
curvado para algún lado
enterrado en ruloso yuyo*
(negro teñido o morocho)
¿cómo no apachurrarlo?
a ese guapo delicioso
que mira pa todos lados
tan coqueto y curioso
con ese su solo ojo
cíclope blanquiñosito
negro, flaco o rellenito
no importa adonde vayas
siempre seré tu ama.

Me asusto cuando lo veo
caliente y alborotado
pensando que un virus malo
lo pueda haber contagiao
cuando eso pasa, corro
desesperada, a brindarle abrigo
toda llena de suspiros
lo refugio entre mis manos
todo entero que hierve
caliente como tetera
¡cómo será de bribón!
le estoy frotando y escapa
pero antes que diga nada
ya me baja por la espalda

Que lucha para botarlo
del hueco donde se ha metio
(seguro tenía frío
el bendito condenado)
creo que voy ganando
y lo saco fuera de mí,
es sólo un instante breve
luego me perfora a mil**
Calvito condenado de nada
me pasas tu enfermedad
¿qué es? ¿catarro? ¿asma?
¿acaso una fiebre de gritos?
¿inflamación, fiebre o gota?
de sólo pensarlo me excito

Ya toda desesperada
logré curarlo al final
apretándolo cual pericote
y antes que el chico me explote
salió todito apurado
a botar el bendito virus
¿qué habrá comido o tragado?
que rojo y atolondrado
vomitó un solo chorro
leche agria bien cortada
ni tuve que decirle nada
pero que pena me dió
se encogio todo chiquito
como un choricito viejo
mejor idea no tuve
al verlo roncando inocente
agarré un pañuelo al vuelo
y le sequé el moco al peque.

Duerme mi peque duerme
tómate un largo respiro
que si ese mal virus vuelve
yo te lo saco de un tiro.


* yuyo [argentinismo]: pastito
** a mil [peruanismo]: rápido/apurado


Feliz día para todos los papis!!!
Besotes inmensos para todos!!

jueves, junio 18

Una mujer nueva

jueves, junio 18
El café está frío. Sostengo la taza mientras te espero, sintiendo la noche cálida que no motiva al sueño. Doy el último sorbo cuando escucho que entras. ¿Amor?. Te acercas con una sonrisa. “No esperaba encontrarte despierta”, dices, descubriendo que compré el café en tu lugar favorito. Tomas el vaso del café frío y lo calientas. Conversamos como no lo hacíamos hace tanto tiempo, cuánto extrañaba tu sonrisa, esa manera tuya de desviar los ojos cuando piensas, tu mirada fija en mí. Te escucho pensando que no debí aceptar nunca ese trabajo, ahora son tan pocas las veces que te veo, nunca encontramos un espacio, siempre estamos agitados, llenos de cosas, alejados.

Me sorprendo cuando reparo en el reloj, una hora ha parecido tan poco. Te estiras y bostezas. “¿Vamos a dormir?”. Te alejas tan rápido que ya estás fuera de la habitación cuando me escuchas: espera. La luz de la cocina apenas te deja ver, en penumbras pareces un ser misterioso y oscuro. Me pongo de pie y camino hacia ti desatando el cinturón de la bata, entreves mi piel encrispada, aún firme y deseante, y encuentro en tu mirada ese brillo del sueño espantado por la lascivia. Me regocijo. Eres de nuevo el chico que pasa la noche ruborizándome y aprieta su lengua contra la mía por primera vez. Como entonces nuestros ojos no se separan cuando llego a centímetros de ti, tan cerca que el calor de tu cuerpo me abraza y tu respiración se cuela entre mis poros. Cuando tocas mi mejilla siento el retumbar de cada latido y todo mi cuerpo despierta. “¿Y esta sorpresa?”. Tu mano baja por mi cuello, apartas la bata y contemplas mi seno, vulva y pierna desnuda. Nos miramos, como queriendo adivinar nuestros pensamientos, mientras la penumbra nos cubre. Llevo tu mano a mi pecho y la aprieto. ¿Te gusta?, te digo, moviéndome lo suficiente para despojarme de la bata. ¿Te gusta?. Después de tantas noches, te estremece ver mi cuerpo entregado, tanto que tu boca se tuerce en sonrisa al descubrir mi sexo húmedo y mis pezones erectos. La impresión despega tus labios y no me contengo, me lanzo sobre ellos y hundo mi lengua. Presiono y aprieto, repto y giro, bajando por tu garganta y tu pecho hasta tocar tu corazón, buscando esos recuerdos que formaron nuestra vida juntos, los que esconde el mapa de mi cuerpo, y que desnudo ante ti, rendido ante ti, pide que los encuentres también.

Beso tus tetillas sintiendo tus manos sobre mis hombros, arrastrándose por mi espalda hasta asir mis nalgas, apretándolas con violencia mientras hundes tus labios en mi cuello y tu dedo índice roza la raja de mi culo. ¿Hace cuánto no escucho tu jadeo? La pregunta flota en mi cabeza cuando me elevas y me empujas contra el sofá, clavando tu lengua en mi vulva. El hormigueo crece en mi espalda, luchando por acariciarte. Intentando no irme a cada lamida tuya guío tu cadera hacia mí, arrastro tu pene y saboreó su sal, apretándolo entre mis labios jugando con la punta de mi lengua. Siento nuestros cuerpos cálidos, que van cediendo, descubriéndose nuevamente como dos desconocidos. Mi mente se aclara, abandono cada mañana vacía y gris, tantas noches a solas y haber optado por ese trabajo. Me giro hasta quedar sobre ti y me pongo de pie. Te veo desnudo, sudas y jadeas pero tu mirada arde. Hago de mis manos tus ojos y me acaricio cada centímetro. Bajo desde mi cuello, redondeo mis senos, una mano baja por mi cintura y vientre. Repaso mis nalgas y mis piernas antes de llegar a la vulva que repaso hasta conseguir tu mirada atenta. Sólo entonces levanto mi mano y la pongo entre ambos, un punto donde se encuentran nuestras miradas. Juego con los dedos de la mano extendida mientras la otra me acaricia. Quieres ponerte de pie y retrocedo. Entiendes. Bailo y me acaricio de nuevo, extiendo una vez más la mano y permanezco detenida un instante, mirando fija tus ojos. Encuentro en ellos más que lascivia, la sorpresa de tener frente a ti a una mujer desconocida, nueva, que recoge todos sus dedos e introduce el largo índice dentro suyo, tanto que retrocede el tiempo, hasta una cama vacía por la mañana; donde harta de extrañar a su esposo, la mujer decide darle una sorpresa. Compra el café que le gusta y va a buscarlo para comer juntos. Llega tarde, tanto que lo encuentra caminando con una mujer con bucles y sonrisa como ella, tan parecida que incluso se contonea frente a él, como ella lo hacía antes. Vuelve a casa y llora por horas, hasta que decide el cambio: ser una mujer desconocida para su marido. Una mujer nueva y ardiente, que conoce sin embargo cada resquicio de él, que podría seducirlo una noche, bailar y tocarse para él, arrodillarse y apretarlo entre sus piernas, mantenerlo absorto mientras se frota desde su pene hasta tu boca, dejando que respire su olor y descubra que ya lo conoce. Una desconocida que lo haga sentirse amado cuando la penetra, que abriga y acaricia cada centímetro suyo de su pene en sus entrañas. Que mueve sus caderas, más y más rápido hasta conseguir que explote, dejarlo cansado, rendido y fascinado. Perplejo hasta que su mente se nubla y deja de recordar, imaginando desde ese momento sólo su vida con ella.

lunes, junio 15

Chocolate

lunes, junio 15



Chocolate marca nocturna
dispersa en toda mi piel
placer de ser devorada
texturas dulces y amargas
mancha de su lengua cruel
humecta, fascina, calienta
entra, recorre, penetra
acaricia, frota, no cesa
marca formas, dibuja
lengua, piernas y manos
devora fuerte sin prisa
muerde gime acaricia
manos, boca y sexo
hecho uno su cuerpo
sacia caliente mi dulce
generosa vulva irritada
amargo beso que calla
rompe el silencio el gemido
no uno sino dos
sino varios sino miles
gotas de saliva que caen
arde el chocolate caliente
lo bate un cuerpo vibrante
hierve, crispa y estalla
la raja que me da vida
el amargo placer agonista
arroja breve un suspiro
dos cuerpos nos derretidos
al filo de la noche acaban
mientras mis ojos atentos
no dejan de pestañear
atentos caninos contemplan
la mano del pastelero
volviendo al chocolate agitar.

sábado, junio 13

Golosina

sábado, junio 13

Muchas gracias a todos!!
No saben cuánto me alegra leer sus comentarios y saber que disfrutan lo que he escrito. Por ahí he debido rechazar las tonterías de algunos malcriados (si al menos fueran provocadores interesantes!); pero bueno, son pocos.
Esta ha sido mi primera semana como blogger y quiero agradecérselos inmensamente, porque la he pasado genial. Justo ayer a modo de celebración paseaba por diferentes blogs eroticones para presentarme, y (oh sorpresa!) descubro algunos bien subidos de tono que me dejaron tremendamente acalorada. Como no tenía a nadie a la mano (y no quería quererme yo solita), terminé escribiendo lo que ahora comparto con ustedes (y cuyo nombre da título al post)...


Nos quiero
irritados de caricias
besos pequeñitos en el cuello
sonrisas dulces
golosinas húmedas y firmes
que apretamos con manos de niños
y comemos
con placer

Te quiero
apretadita contra ti
encima debajo sudada de ti
impregnada y atravesada
grito y maldigo
apretando las nalgas

Me quiero
ansiada por ti, relamida...
muerdo
la sal de tus caricias
tu dedo en mi boca,
cada centímetro de tu pecho
disfrutando la dulce golosina
estallando entre mis piernas


Besos!!

jueves, junio 11

Cuando llega el deseo...

jueves, junio 11
El deseo nos llega sin quererlo, un simple descuido y todo cambia. Rendimos nuestras barreras y nos transformamos, nuestros músculos y huesos se deshacen consumidos, comprimidos en una sólida piedra, arrojada por la pasión que nos embarga sobre un mar infinito más profundo que la vida y la cordura. Desaparecen las dudas, el miedo, volamos alto, más allá de cualquier lugar imaginado, lejos del mundo y la libertad, chocamos contra el viento que nos resiste, corrompiéndonos, desmembrándonos en pedazos que yacen regados sobre la tierra. Avanzamos heridos hacia ningún lugar, confiados en ese impulso; traspasamos lo habido, nos estrellamos contra ese inmenso todo, el universo, y el choque es tan intenso que lo cambiamos para siempre. Nos volvemos una fuerza creadora invisible, más poderosa que un cuerpo frágil y finito corrompido por el tiempo, nos volvemos dioses, seres que vuelan ciegos, sin ojos para las lágrimas, sin piernas para volver ni brazos para asirse.

El último pedazo de la piedra reposa en la playa, mientras el impulso viaja imparable hacia el horizonte que extiende su púrpurea belleza en el cielo; como una llamarada que vuelve al fuego original del que partió.

martes, junio 9

¿Adónde me llevas cuando me tocas?

martes, junio 9
Cortas el espacio posando tu mano en mi mejilla, el tiempo se vuelve tu imagen en mi cabeza. Dejo de ser yo cuando no te veo, me vuelvo deseo y me extravío en los lugares infinitos de nuestros cuerpos combinados. Vuelo, me elevo y caigo gritando tu nombre... apareces tan real como el dolor de tu ausencia sobre mi piel, como la noche, la luna, como el instante en que me encuentro eterna, brillante contigo en mí. Me vuelvo estrella, recorro el espacio, exploto y desaparezco, regada en mil partes, invisible, fundida con el universo, contigo, con tu cuerpo, más puro que el aire no respirado o el fuego, más que el sueño o un latido. Eres el instante antes de la muerte, la vida desbordada que se transforma. Me rasgas y me rompes, me das vida nueva, eres creador, Dios, mi Dios. Reniego del tiempo, el sueño y el hambre, te quiero de vuelta viento que rozas mi piel, polvo que descubres mis rincones, pasto que me acaricias.
Tu cuerpo se extiende sobre la noche y me abrazas toda, soy tuya. Ansiosa, timorata y estúpida espero tus caricias para despertar al animal que te devora y te lame, que sorbe cada rastro tuyo pensando en el momento que lo abandones de nuevo. Aullo, grito, rasgo mi propia carne y sangre, desesperada y perdida vagando por las cinco letras de tu nombre. Cada roce y cada golpe, cada grito y gemido son un paso al último rincón del profundo océano de tu cuerpo. No, eres más, más que mar, cielo y lluvia unidos, eres el principio eterno de la vida, aquello desconocido. Acaríciame una vez más, tu, imposible locura bajo mi piel, mi deseo, mi fuego, mi certeza, mi fe... hazme tocar el cielo una vez más.

domingo, junio 7

Una fría noche

domingo, junio 7

Son casi las 10 y todo está cubierto de una espantosa niebla fría. Metida en mi camita escribo cubierta de 10,000 colchas imaginando tener mi propio cuerpo para abrazar y calentarme. Sería lindo eso, tener a alguien esta noche... totalmente cubiertos con la colcha, frotando mis pies con los suyos, abrazándolo. Las luces y los sonidos apagados, sus latidos calmados, su piel tibia. El frío yéndose y yo cayendo dormida con mis dedos repasando su piel, jugando sin querer bajo su camisa hasta pasar mi pierna sobre él y sentirlo ligeramente erguido. El sueño desaparece y siento el calor concentrándose en mi cabeza, mi cuerpo tenso, mi respiración acelerándose tanto como mi deseo de provocarlo. Paso mi mano por debajo de la camiseta y acaricio su pecho. Va despertando. Lo sé por cómo juega con sus dedos en mi pelo y cuello. Lo descubro más y froto mi pierna contra su ingle y ese lindo muchachito aparece ahora firme sobre un cuerpo más que caliente.

Se quita la camisa y me mira un largo rato. Pasa su mano sobre mis ojos, los cierra y roza mis labios. Es rápido, sorpresivo cuando me besa... Baja, besa y lame mis senos, mientras sus dedos marcan mi cintura. Sigue bajando hasta introducir sus manos bajo mi pantalón. Aparta la truza y juega con los vellos, haciéndome cosquillas. Me río, pero él no se detiene, me hunde los dedos mirándome el rostro y yo apenas si puedo cerrar los ojos y ahogar el grito que lanzaba.
Respiro. Ahora soy yo quien lo besa, quien aprieta su cuerpo contra el suyo, quién lo impulsa a hundirse aún más y más fuerte y acariciar ahí, donde me gusta. Jalo sus hombros para abajo y él entiende, como si hubiéramos estado juntos el tiempo suficiente para saber cuanto disfruto su lengua ágil desbaratandome, haciéndome lucir rota, en pedazos, mientras él juega. Lo tomo por los hombros y lo recuesto. Quédate quieto. Junto con la frase una mirada, él sonríe y se relaja. Aprieto sus muñecas contra la cama y giro mis caderas en círculos. Sonríe nuevamente, me encanta que lo haga. Echo a un lado la manta y siento su aroma, tan fuerte que me embota. Su piel brilla.

Mi cabeza se va perdiendo cuando me aparta ligeramente y me detiene. Nos arrodillamos, él coge mi cintura mientras introduce nuevamente su cálido y erguido pene dentro de mí. Entra, sale, y todo mi cuerpo tiembla. Como si tuviera mil manos acaricia mi vulva, senos, caderas, besa el cuello, las orejas, la espalda... no se detiene... No te detengas... Aprieta mis caderas y me echa hacia delante, me aferro a la sábana y jadeo. Fuerte, como si no hubiera otra forma de expresar mi placer, sólo un gemir constante, que crece hasta desaparecer el calor y frío, el gusto, el espacio. Yo misma no existo sino conectada a su olor intenso, a su gusto delicioso y violento. Muerdo mi labio rogando que eso no termine nunca cuando mis ojos se cierran y mi cuerpo se contrae. No veo, no escucho, no siento, mi cuerpo está regado, vacío, tan profundamente que sólo se llena con un inmenso y largo gemido que me hace volver a mi cuerpo de donde quiera que me haya ido.

Cuando abro los ojos siento aún mis nalgas apretadas, mi cuerpo empapado y la saliva en mi boca... él aún está dentro de mí, abrazado a mí. Ríe, y yo río también.

jueves, junio 4

¿Cómo comenzó todo?

jueves, junio 4

Varios amigos habíamos quedado en encontrarnos en el depa de Mario para conversar y luego salir a una disco. Ya llevábamos conversando buen rato cuando quisimos salir y nos dimos cuenta que Mario no bajaba aún. Roberto nos contó que cuando llegó con su enamorada, les dijo que iba a bañarse y desapareció Ya había pasado más de una hora y nada. Me mandaron a buscarlo tras decidir que si veía “algo”, podía “quitárseme un poco la cara de niña buena que tengo”. Algunas veces esas cosas me molestan, pero como quería en verdad ir a bailar, ni les hice caso y fuí a su cuarto. Toqué tres veces, no respondió y entré. ¿Quién es?, escuché desde el baño apenas abrí la puerta. “¿Cuánto más te vas a demorar? Ya queremos irnos”, dije alzando un poco la voz. “En cinco minutos estoy ahí”, respondió. Estaba a punto de salir cuando al dar un vistazo rápido a la habitación vi la computadora prendida. A veces tengo tanta curiosidad que no puedo controlarla, y eso mismo me pasó esa vez... prendí el monitor y me encontré con el chat de un sitio porno. Además de esto, me sorprendió descubrir que Mario había entrado con un nombre falso de mujer y conversaba con varios hombres. Recordé a Mario cuando lo escuché tropezarse en el baño, sino lo hubiera hecho, me hubiera encontrado leyendo asombrada su conversación.

Fuimos a la discoteca, bailamos, me fui a casa.

No podía dormir, recordaba las conversaciones y al mismo tiempo me daba cuenta que no podía evitar una sonrisa cuando lo hacía. Me imaginaba en esa situación y tenía escalofríos y una sensación extraña, vértigo o una profunda ansiedad, por todo mi cuerpo. ¿Cómo serían los hombres que hablaban en el chat? ¿Alguno de ellos sería en realidad tal vez una chica? ¿O serían como Mario? ¿O como alguno de los chicos que conocía? Pensaba y pensaba hasta que no pude más con mi cabeza y comencé a escribir. No lo había hecho desde que tenía 15, y no paré hasta que todo eso salió de mí. Recién entonces pude dormir.


Sus ojos son negros como la madera quemada, no puedo dejar de verlos. Está de pie frente a mí. No parpadea. La saliva llena mi boca, mis piernas tiemblan... ¡Bésame! grito en mi cabeza, pero él no me escucha. A cada instante siento que una parte de mi cuerpo se desvanece. Ya no están mis piernas, mi abdomen, no tengo manos, sólo siento sus ojos clavados en los míos y este fuerte latido en mi pecho. ¡Bésame! El pensamiento se me escapa como un susurro que ignora. ¡Bésame! repito acercándome a esos ojos que no se cansan de consumirme, intentando que cada centímetro no sea una inmensidad, sino una porción de aire que me trae su olor y me acerca a él. Quiero tocarlo y recuperar mi cuerpo, respirar, sangrar, sudar. Quiero tener hambre y saciarla, quiero desear, salir de este vacío, esta distancia entre tu y yo que por alguna razón mantienes... ¡BÉSAME!...

Agacho la cabeza, cansada de mi cuerpo que no obedece, de él que permanece distante, indiferente a mi temblor... No tengo control, estoy a punto de quebrarme y no lo consigo, respiro y me ahogo, permanezco de pie cuando tiemblo, espero que él me toque y no lo hace... estoy rota, harta de querer y desear y no aguanto más. Levanto la vista, y me acerco a él, estrecho su cuerpo con mis brazos y piernas, estrujo su olor, y lo hago hundirse en mí, rapto su aliento, lo capturo. Besa mi cuello, mi vientre, MI cuerpo. Jadeo, sudo sin pensar o desear, mi boca, mis senos, mis pies, todo desvanecido en un inmenso placer que no tiene fin.


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