domingo, junio 28

Mi primo Parte I

domingo, junio 28
Aún recuerdo la cama vacía, mi ropa mezclada con la suya, y el interminable silencio interrumpido por las lágrimas que era incapaz de contener. Hacía tan poco estaba fascinada con sus caricias y atenciones; acurrucada junto a él, sentía mi olor impregnado en cada caricia suya, apretando nuestras caderas, jugábamos con nuestras manos a tocar los sexos calientes. En ese momento la habitación entera eran sus ojos, escondidos ligeramente tras un mechón de pelo. Su mirada, esa que me había fascinado durante años, estaba por fin fija en mí, abrigándome. Respiraba ese instante, marcando besos y caricias, dejando que sus palabras sean una melodía que me mostraba lo verdadero y me elevaba. Era un juego, un intercambio como cuando éramos niños, hasta que sus ojos y su voz cambiaron, perdieron un poco de dulzura cuando repitió por segunda vez una pregunta. Cuando lo entendí, todo se deshizo tan rápido como mis ojos se abrieron y mi cuerpo se congeló. Corrí al baño y me encerré. No abrí hasta mucho después que dejó de golpear la puerta y preguntar. Desnuda, sintiendo punzante el frío del baño en todo mi cuerpo, recordé por qué mantenía mis brazos atenazados a mi cuerpo al sentir sus caricias, por qué mis labios prohibían a mi lengua jugar con la suya, porque dudaba en entregarme cuando ambos nos acaricíabamos desnudos. Recordé de golpe que éramos primos, nuestra vida juntos desde chicos, y qué pasaría si nuestra familia se enteraba. Hubiera querido encontrarme con él miles de otras veces más, regalarle mil caricias, morderle los labios y dejarlo jugar sobre mí, desnuda y expuesta sólo para él. Era suya apretando con mis manos su espalda, abrazando su cintura con mis piernas, lo aceptaba cada vez que apretaba su culo y lo hundía más fuerte en mí; pero él quería que caminemos de la mano, dormir juntos y despertar, una vida a cambio de la que perderíamos con nuestra familia. “Si jugaron desde chicos”, dirían; “son familia”, “casi hermanos”, dirían. Y estaríamos solos.

No salí del baño hasta que accedió a irse; no quería mostrarme nuevamente desnuda ante él. Tampoco lo esperé, tenía miedo de sus ojos negros que saben calarme tanto y tan hondo. Me fui dejando su ropa sobre la cama, cubriendo la mancha de nuestro sudor mezclado, ese potente aroma que aún me retiene; vuelvo a él mientras voy con papá y mamá a juntarnos con la familia y celebrar que otra mujer aceptó su proposición. Me siento estúpida, urgida de hablar con él, decirle al menos hola y ver el reflejo en sus ojos. Desde que supe de la boda no ha pasado un solo día sin que tuviera sueños o pesadillas, cada noche despierto empapada en sudor intentando aclarar mi mente. Sin embargo, entre todas esas noches surge una historia tan hermosa que mi mente ya la convirtió en recuerdo.

Somos chicos y jugamos a atraparnos, encerrados en un cuarto oscuro, lejos de los grandes que conversan ignorantes de nuestro mundo. Tu resaltas entre nosotros, tu amplio nuevo cuerpo y tu voz cambiada revelan que ya estás dejando nuestro mundo. Te castigamos por ello: serás el primero que atrape, y probarás tus capacidades dándonos cacería. Todos nosotros, niños, reímos de nuestra insolencia, mientras aceptas con una sonrisa que te venden los ojos. La tela cubre completamente tu vista cuando las luces se apagan y todos corremos en mil direcciones. Entonces el juego comienza.

Caminas con tus manos extendidas, bordeando los muebles y telas; agazapado, sin dejar escapar ningún detalle, avanzas. En los rincones del cuarto, tres niños juegan a evadirte mientras yo, quieta, sigo con la mirada tu avance. Te veo detenerte, y conteniendo la respiración deseo que tu siguiente paso sea hacia mí. Uno, dos, tres pasos, tus manos ya casi me tocan. Los demás ven apenas dos sombras cercanas y sus corazones se aceleran tanto como el mío. A oscuras no hay ningún reparo, dejamos de ser primos, puedes apretar mi estómago y tantear mi cuerpo, incluso frotar mis pechos que aún no son tan grandes. Sonrío y huyo de la sensación nueva que descubro, creo por un instante haberme liberado cuando me tomas fuerte el brazo. Lucho, te empujo, no cedes, me jalas y abarcas todo mi cuerpo con tus brazos. Eres mayor que yo, pero aún no descubres cuánto disfruto este momento, tu respiración y la mía agitadas, vibrando tan cerca cuando se prenden las luces y descubres tus ojos con el brillo más hermoso que haya existido. Todos nos rodean y te alejas, recibes sus saludos por haberme atrapado, mientras yo, la tonta perdedora, seré la nueva cazadora. Todos te rodean, como a mí, y sin embargo nos miramos, un instante, lo suficiente para ver un cambio en tu expresión. Las luces se apagan y siento profundo tu olor en la venda que ahora llevo. No ando a ciegas, tu respiración me llevará a tu pecho, y seré entonces quien te abrazará. Hemos jugado juntos muchas veces, siempre esperas en la esquina más dificil para correr y confundirme, pero esta vez te sigo y antes que corras ya te he rodeado con mis brazos, caes, y yo encima tuyo. En medio de la turbación todos nos miran excitados mientras tu sólo me ves a mi, sientes mi aliento y el roce de mis labios contra los tuyos, y todo tu cuerpo cambia. Nuestros labios se apretan y se abren para que nuestras lenguas se junten mientras tu mano ya aprieta firme mi pecho. La luz no vuelve más, los demás desaparecen. Estamos solos, sin vendas ni ropa, pero nos seguimos cazando.


Me siento ligeramente estremecida al recordar tan claramente el olor impregnado en la venda, igual al de la cama donde nos tocamos por última vez. Te habré extraviado mucho tiempo, tal vez fueron meses, años sin vernos. Crecí y mi cuerpo cambió, mi mundo se hizo más amplio que la casa donde jugábamos y tu recuerdo se tornó borroso, opacado por el sudor y caricias de otros de quienes aprendí. Pero cuando nos encontramos no nos detuvimos hasta terminar desnudos, renaciendo. Te rechacé, tuve miedo, pero aún mi boca guarda tu sabor y mis poros tus caricias. Estamos a un instante de encontramos, la iglesia está frente a mí, como tú en mi sueño, y la venda que me cubría los ojos ha caído. Esta vez que te caze no te dejaré escapar.



Continuará...

7 comentarios:

Sandra Gutiérrez Alvez dijo...

hermoso! un relato erótico dulce y con altura.
Es una buena pieza literaria.
te felicito.
un beso.
Princesa Seda.

Kanon Metallium dijo...

Es muy difícil encontrar escritos como los tuyos, no caes en la agresividad y tampoco en la falsa sensibilidad con la cual muchas veces nos encontramos en este tipo de relatos.

Mi mente viajó cuando leí tu relato, yo era la chica, mi primo, una sombra difusa que se encargaba de hacerme sentir placer, un placee suave y prohibido que acabaría (y acabó) una vez hubiese terminado de leer.

Gracias por darme la dirección de tu blog, pasaré más seguido por aquí ^__^

Sergio Andrés Rodríguez Aranis dijo...

Tus letras eróticas sorprenden por lo exacto y verdadero dellas...

Aldous Huxley lo dijo: no hay cosa que exite más el cuerpo y la razón que un libro erótico.

Felicidades!

Anónimo dijo...

Excelso... creo que tienes buen ritmo y riqueza... me ha parecido un relato muy interesante aunque no es mi especialidad este tipo de literatura... te felicito y te conmino a continuar tu carrera literaria, sin duda tienes mucho potencial para destacar... un beso. Al Boardman.

Ines dijo...

Muchas gracias por sus comentarios, son todos unas bellezas:

Seda, no sabes cuánto aprecio tus palabras, sobre todo porque me encanta tu blog y tu trabajo

Kanon, te lo repito una vez más, me encanta tu aka... mil gracias por tu comentario, no prometo siempre algo tan sensible... últimamente me están agarrando unas calenturas que me ponen agresiva, oh malcriada, malcriada!! ya verás los próximos posts

Sergio Andrés, gracias por tu visita y tu comentario, ¿qué puedo hacer sino desearte también la mayor de las felicidades? Encantada de tenerte conmigo.

Al, me has dado un impulso de Fórmula 1... 300 kilómetros más adelante, Inés emocionadísima de imaginarse la vida escribiendo. Dios te oiga.

Besos a todos...

Elfos sin luz dijo...

Me ha encantado visitarte, espero ansiosa la continuidad, jeje
Un beso

Perseo dijo...

Sutil! gracias por tu relato.

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