martes, julio 7

Un adiós

martes, julio 7
Hace un mes, que compartimos juntos este blog. Desde entonces les he mostrado relatos rojitos y otros bien blancos. Esta vez, como mesiversario nuestro, probemos con el último color de los 3 oficiales de historias... miren a la derecha, a la izquierda, más allá del blanco central está un hermoso y profundo negro que enmarca la historia de hoy.




Fue divertido al inicio. Cafés compartidos luego de clase, horas de horas conversando, tocando temas que desconocía y que me apasionaban. Hablábamos hasta que cerraba la cafetería y salíamos aún conversando hasta darnos el beso en la mejilla y decir hasta pronto. Al alejarme, me alegraba sentir aún por largo rato sus ideas rebotando dentro mío y me esforzaba por mantenerlas agitadas hasta llegar a casa. Papá y mamá ya dormían cuando llegaba, así era mejor, podía quedarme sola manteniendo viva su imagen, evocando a mi hermoso profesor y jugar con él, hablarle echados en un sofá sólo pendientes del instante que transcurre hasta acercarnos. Me toma la mano sin miradas disimuladas ni risas, no hay nadie alrededor, estamos solos. Descubro los pliegues en su piel al apartar su camisa, siento su vello acariciando mi pecho y vientre al besarnos con el eco de nuestra conversación retumbando en las paredes que ahora ni distinguimos. Estamos en penumbras cuando pellizca mis pezones duros y sus labios traspasan mi vientre, cuando cierro mis ojos y abro mi sexo a las húmedas caricias de su pene, que entra profundo y me mantiene agitada y gimiente hasta que la mañana me sobresalta.

¿Cómo estás?. Te extraño. No lo hagas, tienes tantas otras cosas maravillosas que hacer. Ninguna me provoca lo que tú, ni me enamora como tú. ¿Estás enamorada de mí?... No sé bien, no sé nada con respecto a ti, sólo se de las ideas que me explicas. ¿Qué sientes entonces? Vibrar cada pedazo de mí. (sonríe) ¿Qué, es eso malo?

Todo el día me cansa leer, pensar, dormir, comer. Camino, hago, soy sin otro deseo que verlo nuevamente, conversar con él y sonreírle sin esfuerzos. Me es difícil describir mis días obviando su presencia (o el brillo de su recuerdo). Lo adoro tanto que cierro los ojos hasta traerlo por las noches a mi lado, cobijarlo conmigo bajo las sábanas. Me abraza mientras el leve rumor del silencio se disipa a nuestro alrededor y nuestros cuerpos tranquilos ganan calor hasta que la explosión es inevitable. Su mente y su cuerpo me agitan toda, me destrozan hasta hacerme renacer nueva y hermosa, casi tanto como él cuando brilla, tan hermosa como él.

¿Lo sientes? Si, aquí dentro. ¿En tu corazón? No, en mi estómago, en mis visceras. (silencio) Contigo siento que no me doy cuenta de nada. ¿Te das cuenta de lo que dices? No, la verdad no.

Nos volvimos a encontrar en clase y una vez más nos fuimos a conversar., pero cuando nos acercábamos para ese beso en la mejilla, me harté y lo besé. Apreté fuerte mi boca contra la suya, dándole en la presión y el movimiento de mi lengua, ese algo más que guarbaba para brindarle. Nos quedamos varios minutos sin respirar, sumidos en ese instante casi perfecto, hasta que al separamos me miró sorprendido. Brillaba de la excitación que sentía y dijo: ven conmigo. Fuimos de la mano hasta su auto. Sintiéndome afortunada, no dejé de besarlo y abrazarlo en todo el camino a su apartamento. Tranquila, decía apartando suavemente mis caricias y besos. Tranquila repetía y me resigné a acomodarme en el asiento; pasando mis pies por entre sus piernas, sintiendo su sexo duro, recibía sus caricias junto a su mirada traspasándome.

Me has sorprendido. ¿De lo que sacas de mí?. ¿Yo? Es imposible que sea yo te saque eso. Si, eres tu, tu, tu. (se ríe) Me siento raro aquí contigo. Yo también, y me encanta (sonrío) siento mi corazón cuando estoy contigo (aprieta mi seno izquierdo gimo). Quiero hacértelo de nuevo. Todas las veces que quieras. (me besa) ¿te das cuenta que podrías ser mi hija? Si, tal vez. Eso no me anima. Debería, porque tu me has dado una vida... ¿eso es lo que hacen los padres, no?

Ahora no necesitaba recordarlo, me sentía empapada de él; y en su aroma me refugiaba para soportar los gritos de mi padre cuando volvía por la mañana. No se cansaba de gritar a pesar que no le respondía ni hacía caso, se alteraba mientras mamá me miraba con un extraño brillo en sus ojos, como si pudiera adivinar lo que me pasaba, como si pudiera sentir su aroma. Hubiera preferido que me bote de la casa, de toda su vida, dándome la excusa perfecta para voltear esa página escrita con su pestilente sudor, un humor cancino y viejo, tan distinto del aroma delicioso que me abrazaba por las noches. Desnuda, gritando con él, gimiendo con él, entendía lo perdida que había estado. Me entregaba, deseaba, ardía por ser penetrada y consumida por ese fuego que llevaba en su cuerpo, ese calor inmenso que sentía abrazando mis entrañas cuando me tocaba. Esa maravilla que me volvía eterna y perfecta, como una luna, una estrella o el mar. Esa maravilla insólita que como el día o el fuego, en un instante se esfumó.


¿Dónde estás amor?
¿Dónde estás?
¿Dónde amor?


Sigue recostada pero se siente más liviana. Los recuerdos se disuelven, el sonido de la ducha con él dentro se disuelve, su voz repitiendo: esto es todo, se disuelve. Hace unos minutos, desnuda y triste, no pudo sacar a ese hombre de entre sus piernas. Entre fingidos jadeos, lo puso en jaque, lo arrinconó y empujó, incitándolo a tratarla violentamente para retenerlo. Él correspondió los besos con igual frenesí, le acarició el pecho, las piernas, el culo violentamente, como estrujándola. Ya en medio del juego -era un juego-, ella se sintó frágil, lívida, a pesar de enjugar sus labios y apretar sus cuerpos, no pudo sonreir como él, quien se mostraba atento tras terminar en ella. Le propuso una ducha y ella no quiso; él se fue y ella se acurrucó sintiendo dolida su boca y vagina, sus brazos y piernas. Esperaba más que esa saliva extraña corriendo por su lengua y un sudor mezclado al suyo, algo que encendiese el rojo de la habitación, que la hiciera sentirse viva en vez de bañada por un aroma aciago (que incluso parece ser su sudor). Sabe que ha fallado, que cualquier esfuerzo es inútil y se pone de pie. Siente una lágrima resbalando por su mejilla cuando el rojo de la habitación le parece insípido; una lágrima se estrella contra otra mientras ella recuerda que debe volver a casa.


Imagen proporcionada por picaflor

2 comentarios:

Carlos Cano dijo...

Te juro que al principio recorde viejos tiempos, casi hago mia la historia, pero el final..... Espero que no tenga que ver con mis recuerdos. Me agrado bastante por cierto

picaflor dijo...

Que bueno que te gustó el dibujo, relamente coincide con tu texto.

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